Haz lento mi paso, Señor... Alivia el latido de mi corazón mediante la quietud de mi mente. Dame calma y tranquilidad en medio de la confusión de mi día.
Atenúa la tensión de mis nervios y músculos, con la música suavizadora de las corrientes musicales que viven en mi memoria.
Ayúdame a conocer el poder restaurador del descanso en Tu presencia.
Enséñame el arte de tomar vacaciones de un minuto, para poder detenerme a mirar una flor, conversar con un amigo, acariciar un gato o leer unas pocas líneas de un buen libro.
Recuérdame cada día la fábula de la liebre y la tortuga para que pueda saber que la carrera no siempre la gana el más veloz, para tener presente que la vida es más que correr cada día más.
Haz que mire hacia arriba a las ramas del imponente roble y que sepa que creció grande y fuerte, porque creció lentamente y bien dirigido por tu sabiduría.
Haz lento mi paso e inspírame para que dirija mis raíces a las profundidades de los valores perdurables de la vida. Para que pueda alcanzar la felicidad en esta vida, preámbulo de la que tendré en el cielo.
En este mundo agitado, recordemos quién es la paz en medio de la tormenta y la quietud en medio del bullicio.
“Señor ¿a quien tengo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra”. Salmo 73:25