Hace un tiempo, después de hablar con un importante ejecutivo de una empresa, le entregué como regalo uno de mis libros. Al leer el título, me dijo: –Yo soy agnóstico. Le pregunté: –Perdón, ¿puedo saber el motivo de tu incredulidad? Me dijo: –Siempre me ha costado creer y entender todas aquellas cosas que no puedo ver. A lo que le respondí con otra pregunta: –Entonces, ¿tampoco crees que existe el aire? No tiene color, ni formas, no es visible… pero sin embargo está ahí a disposición de cada uno de nosotros y además para toda la naturaleza, ya que sin él no habría vida.
También hablamos de los miles de millones de llamadas telefónicas, mensajes, fotos y videos que circulan por el espacio diariamente alrededor del mundo, sin embargo, aunque no se vean, van y vienen de un lugar a otro. Sería aterrador si fueran visibles, ya que tal vez jamás podríamos ver el sol.
Este relato podemos aplicarlo a nuestros cortos pensamientos, los que solo nos permiten creer lo que nuestra vista puede percibir. Vivimos en un universo que es infinito, el hombre inventa naves espaciales cada vez más sofisticadas, cada vez llegan más lejos, pero jamás podrán alcanzar la inmensidad de la creación.
Un famoso científico declaró en una oportunidad, que estudiamos el universo hasta un cierto punto, tenemos un techo, la ciencia no nos permite ir más allá donde sabemos que sigue habiendo más astros, soles, lunas y también otros sistemas solares. Nuestra fe nos dice que en el más allá, más lejos del sol, sigue existiendo la creación.
Mencionamos reiteradas veces palabra “fe” solo por costumbre, pero quizás sin entender el verdadero significado, que implemente es: "creer en lo que no se ve". Así de esta manera, el mundo espiritual es tan real como la existencia del aire y del universo que jamás el hombre podrá terminar de conocer, porque es infinito.
Entonces, ¿por qué poner en duda la existencia de Dios, si se advierte con solo ver el amanecer, la perfección de la creación, los colores de las flores y de ciertos animales, que ningún pintor por más famoso que sea jamás podría imitar? El hombre siempre se las ha ingeniado para no dar crédito al verdadero y único Dios, al Creador que todo lo hizo tan maravilloso y perfecto.
Un niño que nace ciego, cuando comienza a tener uso de razón, pregunta qué son los diferentes sonidos que escucha, todo lo que toca con sus manos, o pisa con sus pies. Tanto la madre como el padre le explican de qué se trata y, por supuesto, el niño les cree absolutamente todo y en su mente se imagina un mundo -a su criterio-, pero que sabe que existe.
Creo que esta reflexión debe ayudarte a dejar de tener dudas sobre la existencia de Dios y que puedas comenzar a ver y creer que fuiste creado con un propósito.
¡Dios está a tu lado para darte ánimo y fuerzas para que tengas una maravillosa vida llena de felicidad!