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Nuestros padres

Los padres y las madres, son los héroes del hogar.

Pasamos buena parte de nuestra existencia cultivando esta imagen distorsionada de la realidad. 

Hasta que un día el padre, el héroe, empieza a aislarse, a volverse cascarrabias, a quejarse y protestar por todo.

Y la heroína del hogar; la madre, de pronto tiene dificultades en terminar las frases, en recordar las cosas y sin motivo le grita a cualquier persona cercana. 

¿Cómo es posible que papá y mamá hayan envejecido tan pronto y de esta manera? 

Sí, nuestros padres envejecen. Nadie nos ha preparado para esto, pero un día ellos pierden la compostura, se vuelven más vulnerables y adquieren unas manías tontas. Están cansados de todo y no tienen ganas de nada.

Quizás llegó el momento de que ellos sean los cuidados y mimados por nosotros. 

Ya no hacen más planes a largo plazo, ahora se dedican a pequeñas aventuras, como comer a escondidas todo lo que el médico le prohibió.

De pronto les salen manchas en la piel, o se ponen tristes sin motivo aparente. 

Pero no nos equivoquemos no están caducos, no están acabados, simplemente se trata de aceptar el ciclo de la vida y los hijos no deben rechazar esta etapa en la vida de sus padres. 

Por supuesto, no es fácil aceptar que nuestros héroes y heroínas están perdiendo el control de la situación.

Se han vuelto muy frágiles y susceptibles, pero debemos concederles ese derecho, sin exigirles la energía que tenían a los treinta años. 

El problema a veces somos nosotros, los hijos, porque no admitimos sus flaquezas, su tristeza y sus manías

Nos sentimos irritados y a veces llegamos a gritarles cuando se equivocan con el teléfono o con el control remoto de la televisión.

Perdemos la paciencia cuando nos cuentan por milésima vez la misma historia, como si terminaran de haberla vivido.

En lugar de aceptar con serenidad el hecho de que con el paso del tiempo, viven a otro ritmo, nos irritamos quizás porque nos sentimos traicionados y porque creímos que eran indestructibles como los superhéroes. 

Nuestra intolerancia y nuestro esfuerzo por recuperarles, sólo puede venir del miedo. Miedo de perderlos, miedo de perdernos.

Con nuestra impaciencia y enfados, solo provocamos más tristeza en aquellos que sólo procuraron darnos alegrías. 

¿Por qué no tratamos de ser un poco lo que ellos fueron para nosotros?

¿Cuántas veces estos héroes y heroínas estuvieron noches enteras junto a nosotros, cuidándonos en nuestras enfermedades o temores? 

Nos enfadamos si ellos se olvidan de tomar sus medicamentos y este es suficiente motivo para desatar nuestra ira, aunque sólo conseguimos hacerles sentir incomprendidos y tristes. 

El tiempo nos enseña a sacar provecho de cada etapa de la vida, pero nos es difícil aceptar las etapas de los otros. Especialmente cuando “los otros” que han sido nuestros pilares y nuestro refugio, están dando señales de que su vida se está apagando. 

Hagamos hoy lo mejor para ellos, lo máximo que podamos, para que mañana cuando ellos ya no estén, podamos recordar con cariño su sonrisa, su alegría y no las lágrimas de tristeza que ellos derramaron por nuestra falta de sensibilidad y amor.

 

«De esta manera, nuestros héroes de ayer, seguirán siendo nuestros héroes eternamente»