Williams, abrió la puerta, vio la bolsa, leyó la nota, al levantarla escucho un sonido metálico, la apretó contra su pecho, miró hacia todos los lados y entró.
El rey y el sabio se acercaron a una ventana para ver lo que sucedía. El sirviente había vaciado todo el contenido sobre la mesa y sus ojos brillaban a la luz de la vela.
Ansiosamente, Williams comenzó a contar las monedas, las apilo en grupos de diez. Cuando llegó al último se dio cuenta de que le faltaba una, buscó sobre la mesa, recorrió todo el cuarto y finalmente buscó en la bolsa, sin éxito.
De todos modos son 99 monedas y eso es mucho dinero, pensó. Pero no se daba por vencido, por alguna razón no podía sacarse de la cabeza la idea de que debería tener 100 monedas.
El rey y su asesor observaban en silencio. La cara de Williams ya no era la misma, se había transformado, ya no tenía aquella sonrisa, al contrario, se le notaba enfadado.
El sirviente guardó las monedas en la bolsa y la escondió entre la leña. En su necedad, pensó que debería tener 100 monedas de oro para ser un hombre rico, así que tomó papel y pluma y comenzó a hacer cálculos. Se dio cuenta de que si trabajaba durante cinco años y ahorraba la mitad de su salario podría conseguir la moneda que le faltaba. Y se dispuso a trabajar muy duro para conseguirla.
El rey y el sabio volvieron a palacio convencidos de que Williams había entrado en el círculo del 99. A la mañana siguiente Williams entró a la alcoba real de muy mal humor.
-¿Qué te pasa? Le preguntó el rey.
-No me pasa nada, su Majestad.
-Hasta ayer, reías y cantabas todo el tiempo, hoy ya no eres el mismo… El siervo quedo en silencio.
Fueron pasando los días y la situación no cambiaba, la tristeza y la amargura se había apoderado del sirviente. Para el rey ya no era agradable tenerlo ya que siempre estaba de mal humor y no pasó mucho tiempo antes de que el rey lo despidiera.
Con nosotros podría pasar lo mismo. Si en nuestra mente, creemos que nos falta algo para lograr la felicidad, nos va a pasar exactamente como a Williams.
«No caigamos en la trampa y mantengámonos fuera de ese círculo. Valoremos lo que ya tenemos y no hipotequemos nuestra felicidad por aquello que nos falta»
Williams, abrió la puerta, vio la bolsa, leyó la nota, al levantarla escucho un sonido metálico, la apretó contra su pecho, miró hacia todos los lados y entró.
El rey y el sabio se acercaron a una ventana para ver lo que sucedía. El sirviente había vaciado todo el contenido sobre la mesa y sus ojos brillaban a la luz de la vela.
Ansiosamente, Williams comenzó a contar las monedas, las apilo en grupos de diez. Cuando llegó al último se dio cuenta de que le faltaba una, buscó sobre la mesa, recorrió todo el cuarto y finalmente buscó en la bolsa, sin éxito.
De todos modos son 99 monedas y eso es mucho dinero, pensó. Pero no se daba por vencido, por alguna razón no podía sacarse de la cabeza la idea de que debería tener 100 monedas.
El rey y su asesor observaban en silencio. La cara de Williams ya no era la misma, se había transformado, ya no tenía aquella sonrisa, al contrario, se le notaba enfadado.
El sirviente guardó las monedas en la bolsa y la escondió entre la leña. En su necedad, pensó que debería tener 100 monedas de oro para ser un hombre rico, así que tomó papel y pluma y comenzó a hacer cálculos. Se dio cuenta de que si trabajaba durante cinco años y ahorraba la mitad de su salario podría conseguir la moneda que le faltaba. Y se dispuso a trabajar muy duro para conseguirla.
El rey y el sabio volvieron a palacio convencidos de que Williams había entrado en el círculo del 99. A la mañana siguiente Williams entró a la alcoba real de muy mal humor.
-¿Qué te pasa? Le preguntó el rey.
-No me pasa nada, su Majestad.
-Hasta ayer, reías y cantabas todo el tiempo, hoy ya no eres el mismo… El siervo quedo en silencio.
Fueron pasando los días y la situación no cambiaba, la tristeza y la amargura se había apoderado del sirviente. Para el rey ya no era agradable tenerlo ya que siempre estaba de mal humor y no pasó mucho tiempo antes de que el rey lo despidiera.
Con nosotros podría pasar lo mismo. Si en nuestra mente, creemos que nos falta algo para lograr la felicidad, nos va a pasar exactamente como a Williams.
«No caigamos en la trampa y mantengámonos fuera de ese círculo. Valoremos lo que ya tenemos y no hipotequemos nuestra felicidad por aquello que nos falta»