• Estoy casado, pero me enamoré de otra mujer… ¿puedo dejar a mi esposa y casarme con otra mujer? Yo no le veo nada malo a eso… ¿Acaso Dios no es amor?
CONSECUENCIA: Un hogar deshecho, hijos destruidos, dos hogares que mantener, rencor, amargura de hijos a padres, etc.
• Tengo un problema serio con mi jefe, me está proponiendo salir con él, a cambio de un aumento de salario, necesito dinero en forma urgente… ¿Podría acceder? Sería solo una vez y luego ya vería como arreglar el asunto con Dios.
CONSECUENCIA: El puesto o el aumento terminaron en manos de otra persona ajena.
• Realmente amo a mi novio, pero me está pidiendo una prueba de amor o de lo contrario me dejará... ¿Qué debo hacer? Sí no lo hago me expongo a perderlo.
CONSECUENCIA: Embarazo no deseado y por causa del mismo ruptura de la relación. En otros casos las parejas en su mayoría no permanecen juntas por mucho tiempo.
• Un amigo me propuso un gran negocio, es muy interesante aunque no es del todo honesto. Para ponerlo en marcha debo invertir todos mis ahorros. Mis padres, mis amigos me recomiendan que no lo haga. Finalmente lo haré es una oportunidad que no debo desaprovechar.
CONSECUENCIA: Una quiebra financiera, perdida de tiempo y sensación de fracaso y de haber sido engañado.
• Dios quiere que me involucre en algo muy importante, porque sabe que estoy capacitado para hacerlo, pero en este momento estoy muy ocupado en otros asuntos y a pesar de su insistencia, no puedo comprometerme con Él. Creo que quizás no es el tiempo, porque si lo fuera yo no estaría tan ocupado.
CONSECUENCIA: Angustia, confusión, insatisfacción e infelicidad debido a la desobediencia.
En estos ejemplos que acabamos de leer, vemos una realidad de la que todos tenemos ejemplos muy cercanos. Se trata de que veamos las consecuencias de vivir sin tener en cuenta la voluntad de Dios y tratando además de justificar o razonar nuestros actos.
Cuando estamos metidos en problemas de cualquier índole, queremos que Dios responda inmediatamente a nuestras demandas, los más pacientes quizás queremos su respuesta para ayer. Pero lo cierto es que actuamos como si nosotros fuéramos el Señor y por lo tanto Él tuviera que obedecernos. En realidad somos nosotros los que tenemos un serio problema cuando tenemos que obedecer a Dios.
Sí a esto le sumamos el grave hecho de que hoy más que nunca, han aparecido una gran cantidad de falsos representantes de Dios que han hecho del evangelio su “modus vivendi”, proyectándose ellos mismos y olvidándose de predicar y exaltar a Cristo, no es muy difícil entender la confusión espiritual en la que viven muchos que dicen creer en Dios.
La Santa Biblia, debería de ser la única e incuestionable norma de fe y conducta para cada cristiano. Ninguna tradición humana, teoría, razonamiento o consejo bienintencionados pueden ocupar el lugar de la Palabra de Dios.
De nada nos sirve tratar de adaptar la Palabra de Dios a nuestros razonamientos, conceptos e ideas. Al contrario se trata de permitir que la Palabra de Dios nos transforme desde lo más profundo de nuestro ser para que nuestra manera de pensar se acerque lo máximo a la de Dios. Esta es la única posibilidad que tenemos de que también nuestra manera de vivir este más cerca de la voluntad de Dios.