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La cuerda floja

Jean François Gravelet-Blondin 1824 -1897, fue un equilibrista de cuerda floja y acróbata francés, nacido en St Omer, Francia, conocido también por Charles Blondin.
A los cinco años de edad lo enviaron a l’École de Gymnase en Lyon y después de seis meses de entrenamiento como acróbata, realizó su primera aparición en público como "La pequeña Maravilla".         Su consumada destreza y gracia como también su originalidad en la composición de los actos pronto le convirtió en un favorito del público.
En el año 1859 Charles Blondin, se preparaba para intentar su mayor hazaña, cruzar la garganta de las Cataratas del Niagara caminando sobre una cuerda a una altura de 50 m sobre el agua. El trayecto era de 335 m de largo. Extendió un cable de acero de dos pulgadas a lo largo de las Cataratas y el día anunciado una gran muchedumbre se congregó para observar la hazaña del equilibrista.

Empezó el espectáculo y Blodin realizó la travesía en varias oportunidades y de distintas maneras; con los ojos vendados, dentro de una bolsa, con zancos, arrastrando una carretilla. . .

Sus actuaciones eran observadas por miles de visitantes que ovacionaban cada movimiento.

Pero de pronto el equilibrista se dirigió al público presente:
¿Cuántos de ustedes creen que puedo cruzar las cataratas con un hombre dentro de la carretilla?
Todos ovacionaron respondiendo afirmativamente.

Entonces Blondin preguntó: ¿Bien, quién de ustedes se anima? ¿Quién se subirá en esta carretilla y me va a permitir que lo lleve al otro lado de las Cataratas?

Se hizo un gran silencio no se podía oír ni el latido de un solo corazón. Todos deseaban ver a Blondin llevar a una persona sobres sus hombros, pero nadie deseaba arriesgar su vida en las manos de Blondin.

Entre la multitud, un hombre levantó su mano y dijo:
 -Yo quiero cruzar contigo, estoy dispuesto a ponerme en tus manos.
¿Quién fue este individuo? Harry Colcord, Gerente de Blondin, quien lo conocía desde hacía muchos años.

Al hacer los preparativos para cruzar las Cataratas, Blondin le dijo a su jefe:
 -No debes confiar en tus propios sentimientos, sino en mí. Sentirás que tenemos que virar cuando no hay que hacerlo, si confías en tus propios sentimientos, ambos caeremos. Debes hacerte parte de mi persona, en todo el trayecto los dos debemos ser una misma persona. La recomendación sirvió para que ambos llegaran ilesos a la otra orilla.

Y tú cuando estás en medio de difíciles situaciones, ¿estás dispuesto a ponerte en las manos de Aquél que nos pidió que descansáramos y confiáramos en Él?
Sí, te estoy hablando de Jesús, el único que nos puede llevar a la otra orilla .No las de las Cataratas del Niagara, sino al lugar donde está Dios esperándonos para darnos un fuerte abrazo. Al otro lado de las circunstancias, de los fracasos, del dolor. . . al otro lado de nosotros mismos.

Tú eres parte de la multitud de este mundo, que aplaude a Dios en todo momento, pero, de entre la cual, pocos son capaces de poner sus vidas en Sus manos y confiar plenamente.
Dios nos dice que hay un gran abismo entre Él y nosotros, hay una gran separación que sólo puede ser unida por la Cruz del Calvario.

Así como el señor Harry Colcord, confió su vida a Charles Blondin, tú puedes confiar la tuya a Jesús. Si lo haces, nada malo te pasará, al contrario, en la otra orilla te están esperando la paz, el amor, la vida y todas las cosas que Dios ha preparado para todos los que descansando en Él, se animan a cruzar al otro lado.

 “Dios bendice a los que en el confían…” Salmos 40:4

  Ánimo - José Luis Prieto

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