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Los ojo

 

 

Una joven que había perdido la vista, estaba amargada y resentida con la vida y con todos por no poder ver.

Su mal humor era evidente, odiaba a toda su familia y amigos, pero había alguien a quien amaba con todo su corazón; su novio.

Su problema de ceguera era muy serio, pero existía una remota posibilidad de recobrar la vista a través de un transplante.

Pasados unos meses, le avisaron de que habían encontrado un donante y la operaron con éxito.

Cuando le retiraron las vendas sus ojos brillaban de emoción y como siempre, allí a su lado pudo reconocer a su novio.

De pronto en medio de ese momento tan especial, el joven le preguntó:

- Mi amor, quieres casarte conmigo. Ella con un gesto de sorpresa respondió:

-No, claro que no, yo no sabía que tu eras ciego, nunca me lo dijiste y siempre creí que tú podías ver.

El novio, sorprendido por la respuesta, se despidió y salió de la habitación.

Al volver a recostarse sobre su almohada, ella noto que había un sobre. Lo abrió y pudo leer:

«Solo te pido que cuides muy bien de mis ojos, pues te los regalé para que puedas apreciar y disfrutar la creación maravillosa de Dios. Te amo, con todo mi corazón»

¡Qué diferencia de actitud ante la vida!

¡Que gran diferencia entre una actitud egoísta y un amor profundo y real!

El amor de verdad, el amor con mayúsculas se demuestra cuando estamos dispuestos a sufrir en lugar del otro.

Esa es la clase de amor del que Jesús nos habló y del que además nos dio un ejemplo impresionante, cuando eligió morir en la cruz en el lugar que nos correspondía a ti y a mí.

 

«No hay amor mas grande que el que es capaz de dar su vida por la de sus hermanos”