Síguenos en las redes sociales  

La visita de Jesús

Un aldeano ruso pedía siempre en sus oraciones que Jesús viniera a visitarle a su humilde cabaña.

En la víspera de Navidad incluso soñó que el Señor se le aparecería. Estaba tan seguro de la visita, que inmediatamente comenzó a poner la casa en orden para recibir a su huésped como se merecía.

De repente se desencadenó una fuerte tempestad de nieve, pero el aldeano continuó con las tareas domésticas, cuidando también la sopa de repollo, que era su plato favorito.

De vez en cuando se asomaba por la ventana, esperando con ansiedad ver al Señor, pero nada ocurría…nadie se acercaba.

Pasado un tiempo, el aldeano observó que alguien se acercaba caminando con dificultad debido a la fuerte ventisca. Pensó que quizás seria Jesús, pero no, era un pobre vendedor ambulante, que traía en sus espaldas una maleta muy pesada.

Compadecido, le abrió la puerta de la cabaña, le dio ropa seca y compartió con él la sopa de repollo.

El vendedor una vez recuperado del frío, se sintió con fuerzas y salió para continuar su camino.

Mirando de nuevo por la ventana, vio en la calle a una mujer cubierta de nieve.

Salió a buscarla y la invitó a entrar en la cabaña, le puso una silla cerca de la hoguera y le dio de comer.

Una vez repuesta y recobradas las fuerzas, la mujer siguió su viaje.

La noche comenzaba a caer y Jesús no llegaba.

Las esperanzas del aldeano se desvanecían; una vez más se acercó a la ventana y mientras contemplaba la calle cubierta de nieve, vio a un niño que parecía perdido y tiritando de frío.

Una vez más salió, tomó al niño y lo llevó a la cabaña. Le dio de comer y pronto el niño se quedó dormido al calor de la hoguera.

Cansado y desolado, el aldeano se sentó y acabó por dormirse.

¡De repente una luz radiante iluminó toda la cabaña!

Delante del aldeano, estaba «Jesús»

-¡Señor te he esperado todo el día! le dijo el aldeano.

-Hoy he visitado tu cabaña tres veces, le respondió Jesús.

El vendedor ambulante que socorriste y diste de comer… era yo. La pobre mujer a quien acogiste… era yo. Y el niño que salvaste, también era yo.

Porque el bien que haces a alguna persona, a Mí me lo haces.

 

«¿Cómo puedes decir que amas a Dios a quien no ves, si no amas a tus hermanos a los que ves?»

 

Más para Leer

blog-thumb
Salmo 23

27-07-2009



blog-thumb
Bullyng y Violencia

01-05-2014


Compártelo

Escríbenos

Déjanos un mensaje