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Los palos de Dios

Una anécdota relata que un hombre tenía un perro al que le fascinaba el agua.

 

Un día fueron a pasear y llegaron a un hermoso lago. El perro estaba feliz jugando y chapoteando en el agua, mientras su dueño descansaba en medio de la naturaleza.

 

Llegó la hora de marcharse y el hombre llamó varias veces al perro, pero estaba tan distraído jugando con el agua, que no le hizo caso. Siguió llamándole insistentemente, pero el perro no obedecía. 

Era un perro muy bien entrenado, pero aún así no obedecía a las llamadas de su amo. Finalmente el hombre se quedó pensativo por un instante y a continuación lanzó un palo al agua. El perro lo vio, nadó hacia él, lo recogió y lo llevó a los pies de su amo. 

Lo mismo ocurre entre Dios y nosotros. Muchas veces Dios tiene que lanzarnos un palo al agua, para que dejemos de estar distraídos y nos acerquemos a Él. 

Es posible que esos «palos» se presenten en nuestra vida en forma de problemas, enfermedades, contradicciones o quizás bendiciones. Sea como sea, lo importante es entender que lo que Dios pretende, es simplemente que vayamos confiadamente a Él. 

«Estate atento y no te distraigas, no sea que Dios tenga que lanzar al agua un tronco entero para que te des cuenta de que te está llamando»