Esperar, ¡qué difícil se nos hace esperar! Nos cuesta esperar en la fila de la caja del supermercado, en la fila del banco, en el restaurante para que nos consigan una mesa, el transporte público que nunca llega, en los atascos del tránsito…
Por lo menos hay dos razones que explican por qué nos cuesta tanto esperar. Vivimos en una sociedad en la que:
Si tú eres una persona importante no tendrás que esperar en el restaurante, en el ascensor, ni siquiera tendrás que esperar un taxi. Sólo los pobres, los fracasados, la gente simple, los llamados «Don Nadie» esperan.
Con esa mentalidad nos cuesta esperar y creer que «esperar» puede ser importante y beneficioso, sin embargo Dios nos dice muchas veces que debemos esperar.
Pero claro no se trata de esperar de cualquier manera, ni a cualquier persona, se trata de esperar en Dios y eso significa que esperamos confiadamente porque sabemos que:
• Dios sabe lo que hace. Tiene toda la sabiduría y entendimiento.
• Dios nunca llega tarde, «quizá nunca tiene prisa, pero nunca llegó, ni llegará tarde»
• Dios siempre cumple sus promesas.
• Dios es fiel a su palabra y a sus principios.
• Dios por encima de todo, nos ama incondicionalmente.
• Dios tiene todo el poder y toda la autoridad.
La Biblia nos presenta la vida de un hombre llamado Job. Éste era un hombre próspero, rico y de éxito en todas las áreas de su vida. Pero de pronto su vida se convirtió en un verdadero caos:
• Perdió todos sus bienes, cosechas, graneros, rebaños, trabajadores, y finalmente sus hijos murieron en un horrible accidente.
• Cualquiera pensaría que eso ya era suficiente, pero no.
• Cuando menos se lo esperaba enfermó con una dolencia repulsiva y desagradable, ya que su cuerpo se llenó de llagas.
Pero Job no era una persona cualquiera, era un hombre recto que creía en la justicia divina, esa clase de justicia que premia a los buenos y castiga a los malos. Por eso no entendía nada y empezó a quejarse amargamente: ¿Por qué me sucede esto a mí?, gritaba mirando hacia el cielo.
Sus tres mejores amigos vinieron para tratar de darle alguna respuesta; estas fueron algunas de las cosas que le dijeron:
• La felicidad de los canallas dura poco.
• La virtud halla en sí misma su propia recompensa, y si sufrimos es porque, aunque sea sin darnos cuenta habremos cometido alguna falta.
Job se quedó abrumado y decepcionado con sus amigos, pero todavía faltaba «lo mejor» su esposa se le acercó en medio del sufrimiento y del dolor y le dijo:
• -Maldice a tu Dios y muérete.
Pero Job le respondió: -Si aceptamos lo bueno que Dios nos da, también debemos aceptar lo malo.
Y finalmente añadió: «Aunque me mate, en Él he de esperar»
Muchos esperan una carta que nadie les ha enviado, unos esperan tener un golpe de suerte, otros que se impongan la lógica, la ley o que haya un milagro… ¿Y tú, que esperas?
Yo ya me decidí, como dijo el rey David yo también digo:
«Nuestra alma espera en Dios, nuestra ayuda y nuestro escudo es Él; por tanto en Él se alegrará nuestro corazón, porque en Su nombre hemos confiado. Sea Tu misericordia sobre nosotros, según esperamos en Ti»