Hasta aquí nos ayudó el Señor
Yo me imagino la expresión «Hasta Aquí» como una especie de mano que nos señala el pasado.
Es como si dijéramos: han transcurrido veinte, cincuenta o setenta años y sin embargo, Dios nos ha ayudado.
Hemos pasado a través de la pobreza, de la riqueza, de la enfermedad, de la salud, viviendo en el extranjero, viajando por tierra, mar o aire.
Hemos vivido situaciones de honra y de deshonra; tristezas, gozo, aflicciones.
Hemos pasado por el triunfo y el fracaso. Nos hemos movido entre la oración y la tentación.
En la victoria y en la derrota, aquí y allí, en prosperidad o en necesidad, en todo… y hasta aquí nos ayudó el Señor.
Pero esta expresión: «Hasta Aquí», apunta también hacia adelante. Cuando una persona levanta cierta señal y escribe en ella «Hasta Aquí», indica que aún no llegó al fin y que por lo tanto, tiene todavía que recorrer cierta distancia. En ese recorrido habrá más pruebas, más alegrías, más tentaciones, más triunfos, más oraciones, más respuestas, más fatigas, más fuerzas, más luchas, más victorias. Después vendrán las enfermedades, los achaques y la muerte.
¿Y con esto termina todo?
¡No!; hay más todavía: el despertar a la semejanza de Dios, los tronos, las arpas, los cantos,
los Salmos, los vestidos blancos, el rostro de Jesús, la compañía de los santos, la gloria de Dios, la plenitud de la eternidad y la inmensidad de su gloria.
¡Animémonos!, y con agradecimiento, levantemos nuestra confianza en Jesús, pues el mismo que nos ayudó hasta aquí, nos ayudará hasta el fin de la jornada. La fidelidad del Señor es eterna, su misericordia es nueva cada mañana. Dios nunca miente, sus promesas son verdaderas, su pacto con nosotros es eterno.
¿Recuerdas algunas de las promesas que te hizo?
«Nunca te dejaré, jamás te abandonaré»… «Otra vez abriré caminos en tu soledad y ríos en tu desierto»… «Yo soy tu Señor, tu Salvador»… «Yo bendeciré el trabajo de tus manos»… «No te angusties, Yo soy tu Dios que te da fuerzas»… «Yo perdono tus pecados y sano tus enfermedades»…
«Yo, estoy a la puerta y llamo. Si tú oyes mi voz y abres la puerta, Yo entraré y cenaré contigo»
«Si realmente queremos disfrutar de la vida que Dios nos ofrece, no hay excusa, porque tenemos a nuestra disposición todas las promesas que necesitamos… y más»