Están todos los pasajeros en la sala de embarque esperando la salida del vuelo cuando de repente llega el copiloto impecablemente uniformado, con anteojos oscuros y un bastón blanco tratando de caminar entre la gente. Para sorpresa de todos, el copiloto se dirige al avión que estaban esperando para abordar.
Pasado unos minutos llega el piloto, que supuestamente comandaría el mismo avión. Tenía puesto un impecable uniforme y como el copiloto, llevaba anteojos oscuros y un bastón blanco, asistido por dos azafatas.
Para ese entonces los pasajeros comenzaron a desesperarse. Reclamaban airadamente a las autoridades. Decían que no iban a viajar si no cambiaban a los pilotos.
Las azafatas, con tranquilidad y paciencia les explicaban a los pasajeros, que se quedaran tranquilos, que a pesar de que el piloto y el copiloto son ciegos, llevan años trabajando en la compañía. Que son muy experimentados y que forman un equipo muy profesional.
Los pasajeros, subieron al avión sin dar mucho crédito a las palabras de las azafatas y a la vez, pensaban: si la empresa aún así los tiene de empleados, será porque ellos tendrán la capacidad de volar.
Ya todos a bordo, entre una mezcla de confianza y preocupación, el avión comenzó a carretear, pero aun al tomar velocidad suficiente, el avión no despegaba. ¡Los pasajeros estaban aterrorizados! El fin se veia venir… La pista se terminaba y el avión todavía estaba en tierra.
Los pasajeros se miraron como despidiéndose de este mundo. La histeria se apoderó de todo el pasaje, cuando de pronto, todos al unísono comenzaron a gritar desaforadamente.
En ese preciso momento el avión milagrosamente, tomó altura. Fue ahí cuando el piloto le dijo al copiloto… «El día que los pasajeros no griten, ¡¡Nos estrellamos!!»
Como cuento es estupendo. En realidad, ¡cuánto nos parecemos a estos pilotos! Andamos ciegos. Tal vez estamos años carreteando por las pistas de la vida, sin poder despegar de las ataduras que nos mantienen ciegos a la realidad y a la verdad.
Como en el cuento, no contamos puntualmente con cientos de personas que nos griten al unísono, para que despeguemos. Pero sí encontramos a lo largo de nuestra vida, amigos, familiares o tal vez personas que jamás hayamos visto antes y que Dios utiliza para hacernos ver nuestros errores, nuestras falencias, en las que muchas veces persistimos, sin darnos cuenta de que el final de la pista se acerca peligrosamente.
«No esperes a que los pasajeros no se queden callados. Sé sensible y analiza cada consejo, porque cuando menos lo esperes te encontrarás volando y con mucha paz»