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La Niña Ciega

Qué ciego es el mundo, madre,
 qué ciego los hombres son,
 piensan, madre, que no existe
 más luz que la luz del sol.

Madre, al cruzar los paseos
 cuando por las calles voy,
 oigo que hombres y mujeres
 de mí tienen compasión,
 que juntándose uno a otro
 hablan bajando la voz
y que dicen: ¡Pobre ciega!,
 que no ve la luz del sol.

Más yo, no soy ciega, madre;
 no soy ciega, madre, no;
 hay en mí UNA LUZ DIVINA
 que brilla en mi corazón.

 El SOL que a mí me ilumina
es de eterno resplandor;
mis ojos, madre, son ciegos...
 pero mi espíritu...no.

Cristo es mi Luz, es el día
 cuyo brillante arrebol
 no se apaga de la noche
 en el sombrío crespón,
 tal vez por eso no hiere
 el mundo mi corazón
 cuando dicen: ¡Pobre ciega!,
 Que no ve la luz del sol.

Hay muchos que ven el cielo
 y el transparente color
 de las nubes, de los mares
 la perpetua agitación,
 más cuyos ojos no alcanzan
a descubrir al SE?OR
 que tiene leyes eternas que  
 sujeta a la Creación.

No veo lo que ellos ven,
 ni ellos lo que veo yo;
 ellos ven la luz del mundo
 yo veo la LUZ DE JES?S.

Y siempre que ellos murmuran:
 ¡Pobre ciega! (digo yo)
 ¡Pobres ciegos!,  ¡que no ven
 más luz que la luz del sol!...

Anónimo 

 


 

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