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¡¡Feliz día de la mujer!!

–Señor Juez, yo creo que es cierto. Así que voy a aceptar la sentencia de divorcio sin ninguna obligación de parte de mi marido hacia mí. Después de todo, yo podría haber sido una mujer profesional e independiente.
–¿Y por qué usted no se convirtió en una mujer profesional e independiente? ¿Hay alguna razón que se lo impidiera? Le preguntó el juez.
–Realmente, Señor Juez, no había ninguna, fueron decisiones tomadas por mí voluntariamente.
–¿Puede ser más explícita y enumerarme las razones que alega?
–Bueno, cuando me casé, yo acababa de graduarme de la secundaria. Mi intención había sido estudiar enfermería, pero no había dinero para pagar los gastos de dos personas estudiando, así que yo le dije a mi esposo que estudiara él y que luego lo haría yo.
–Bien, ¿Y qué pasó cuando él se graduó de ingeniero, por qué no estudió usted entonces?
–Pues verá, él me pidió que tuviéramos un hijo, ya que llevábamos cinco años casados y yo accedí a sus deseos.
–¿Y qué pasó después?
–El niño nació, pero mi esposo no quería que lo cuidaran personas extrañas y yo entendí que él tenía razón, pero que con lo que él ganaba no podíamos pagar a otra persona. Así que decidí quedarme en la casa con nuestro hijo.
–¿Y qué sucedió luego, cuando el niño creció, por qué no fue a estudiar?
–Para ese entonces teníamos dos hijos más.
–¿Dos más?
–Si, porque después de que tuvimos el primer hijo, mi esposo me pidió tener otro hijo, así que tuvimos el segundo tres años después, pero era otro varón…
–¿Y qué tiene eso que ver?
–No, no había ningún problema, estábamos muy felices, pero mi esposo me dijo que para que la felicidad fuera completa, debíamos tratar de tener una niña…
–¿Y entonces por qué no estudió cuando ella creció?
–Porque no había quién pudiera llevar al mayor a las prácticas de deporte, ni a la escuela, pues el autobús los dejaba muy lejos de la casa. Así que pensando en su seguridad, mi esposo y yo decidimos que yo les llevaría a la escuela y les recogería.

Mi rutina diaria era: dejar al mayor en su colegio, llevar al segundo a la escuela primaria y regresar a casa con la niña para hacer todas las tareas del hogar y preparar todo para la tarde. Después, tenía que ir a recogerlos y dejar al mayor en las prácticas de deporte, mientras llevaba a la niña a clases de ballet.
–¿Entonces, siguió usted retrasando su educación?
–Sí, Señor Juez, pero lo hice de propia voluntad.
–Y cuando sus tres hijos ya no dependieron más de usted, ¿Por qué no ingresó a la Universidad?
–En aquel tiempo la madre de mi esposo había enviudado, se enfermó y necesitaba de alguien que la cuidara, así que hablamos del asunto y llegamos a la conclusión de que no la íbamos a poner en un hogar de ancianos, sino que la traeríamos a vivir con nosotros.
–¿Y cuánto duró esta etapa? –Bueno, unos seis años. Ella tenía Alzheimer y como la cuidábamos con tanto cariño, ella vivió más que si la hubiéramos puesto en un asilo.
Aunque un día, después de regresar del paseo que todas las mañanas dábamos por el parque, ella murió.
–¿Y durante todos estos años, había alguien que le ayudara con los niños y su suegra?
–¿Ayudarme…? ¿A qué?
–Pues a limpiar la casa, cocinar… las labores normales de cualquier hogar.
–No, aunque mi esposo ganaba muy buen sueldo, con tres hijos que criar, los gastos de la educación, los gastos de la medicación de su madre y todo, no había suficiente dinero.
Yo trataba de ahorrar, pero claro…
–¿Usted ahorraba…?
–Sí, de alguna manera trataba de reducir los gastos al mínimo, así que en lugar de llevar la ropa de mi esposo y la de mis hijos a la lavandería, la lavaba y planchaba yo en casa.
También yo misma arreglaba el jardín, aunque me costaba mucho, por los problemas de columna, pero siempre hice todo lo que pude para que nuestro jardín estuviera arreglado y hermoso.
–¿Y quién cocinaba, usted?
–Por supuesto, mi esposo odiaba la comida de los restaurantes. Como él tenía que almorzar fuera con sus clientes tantas veces, decía que nada como la comida que yo le preparaba.
–¿Y usted iba a esas comidas con su esposo?
–No, no tenía tiempo… precisamente, fue en una de esas comidas que conoció a Sofía.
–¿Sofía? ¿Quién es Sofía? Su novia, la joven con quien se va a casar cuando arreglemos lo del divorcio.
–¿Y cómo sabe usted que se va a casar con ella?
–Porque me encontré con ellos en casa de unos amigos comunes el día que estaban dando la noticia de su compromiso.

El Juez se quedó mirando a la mujer y al ex esposo. Se levantó, tomó la carpeta con todos los datos y se retiró. Todos se quedaron mirándose, mientras se sentaban a esperar que el Juez regresara.

Al cabo de unos minutos el Juez entró en la sala, se sentó, abrió una de sus carpetas y dijo:
–Señores he revisado cuidadosamente esta demanda. Y he llegado a las siguientes conclusiones: El divorcio se adjudica con fecha efectiva a partir de hoy.
Y su esposo «No» tiene que pasarle ningún tipo de manutención.

Al oír estas dos decisiones, el abogado y el ex esposo se miraron sonrientes.
Pero el Juez, continuó diciendo:
La declaro a usted señora, única dueña de la casa, del Mercedes Benz propiedad de su ex esposo, de la cuenta de ahorros, así como la beneficiaria absoluta de los seguros de vida y planes de retiro de su ex esposo. Además él tiene la obligación de seguir pagando su seguro médico hasta que usted viva.
–Mi decisión se basa en la consideración de que: Sumando los sueldos que usted merece como ama de casa al realizar todas las tareas ya mencionadas y también por todos los cuida dos dados a su esposo, hijos y suegra, mi decisión es apenas una retribución parcial de salarios retenidos por los veintiséis años de servicios ininterrumpidos que usted ha prestado.

Como hay que ser objetivos, sabemos que su ex esposo no podrá cumplir con esta deuda, pero entendemos que pague lo que pague, si bien no será nunca suficiente, por lo menos, será relativamente justo.
Además si usted decide regresar a la universidad a estudiar la carrera que escoja, él pagará por sus gastos de educación, transporte y libros.

«Mujer… el Señor te exaltará ante los hombres, cuando te pongas a Su disposición con humildad y obediencia»
Caso de la vida real - Corte de la familia Sydney, Australia.
¡¡Feliz día!!

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