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La omisión

Podemos definir OMISIÓN como "El bien que podemos hacer y no hacemos" y es tal vez uno de los más grande errores que cometemos.

Justificamos nuestra indiferencia diciendo "eso no tiene que ver conmigo" o "yo no tengo la culpa" y otras frases que adormecen nuestra conciencia ante aquello que, pudiendo hacer, no hicimos.

Las lágrimas que vimos rodar en el rostro de quien camina a nuestro lado y que no enjugamos, por no querernos involucrar.

El papel tirado en el suelo que no recogemos, porque fue otro quien lo tiró.

El pedazo de pan que no compartimos, porque lo obtuvimos con nuestro propio esfuerzo, nadie nos lo regaló.

No trabajar ni un minuto más, porque el contrato dice el tiempo exacto por el cual nos pagan.

La discusión que no quisimos evitar, para no meternos en problemas.

La herida que no quisimos curar, porque no fuimos nosotros quien la provocamos.

La palabra de aliento que nunca regalamos a quien encontramos afligido, por temor, vergüenza o por “el qué dirán”.

El tiempo que le negamos a alguien que necesitaba hablar, diciéndole lo ocupados que estamos y lo mucho que hay por hacer.

La ofrenda que no dimos, porque no queremos contribuir a la mendicidad o la ociosidad.

La mano que no estrechamos para que otros no piensen mal y no sentirnos juzgados.

La respuesta airada al que nos hirió, porque claro, si callamos y no nos vengamos, creerán que somos idiotas, que pueden herirnos y pisotearnos siempre que lo deseen.

La sonrisa que robamos a aquel que encontramos en el camino, porque no tiene nada que ver con nosotros.

La oración que no elevamos, el perdón que no ofrecimos, la carta que alguien esperó y nunca escribimos.

La visita a ese enfermo que quedó en el olvido y tanto, pero tanto bien, que pudiendo hacer, por mil excusas y razones que inventamos, no hicimos...

Esa es la rutina en la que a diario vivimos, ese es el camino que se nos presenta cada día pero que no elegimos; porque nos dejamos llevar por lo que dicen y hacen los demás; pensamos en el bien propio e ignoramos lo que siente, piensa y necesita el resto de la humanidad...

Vivimos creyendo que con hacer lo que nos toca y no hacer mal a nadie, ya somos buenos y nos hemos ganado el cielo.

No nos damos cuenta que si sólo hacemos lo que no nos cuesta, somos igual que los demás.

Jesucristo hizo realidad el amor y no se conformó con sanar y predicar; sino que inventó una nueva definición del amor, algo que le da su inigualable valor.

Él fue capaz de amar al extremo de dar su vida por amor.

“Aún estamos a tiempo, hay mucho bien que, sin darnos cuenta, podemos realizar. Podemos esforzarnos un poco más y expresar amor a quien lo necesita; eso es lo que nos hace semejantes a Dios”