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Las 10 frases que ningún padre le debería decir a su hijo

Frases como Porque lo digo yo. Y punto o ¿Por qué no aprendés de tu hermano? son comunes cuando los padres pierden la paciencia con sus hijos. Expertos explican por qué pueden ser tan perjudiciales.

Los padres deben evitar el uso de ciertas frases amenazantes o calificadoras cuando se enojan con sus hijos.

Cada padre quiere y pretende darle la mejor educación posible a sus hijos, pero sin dudas no existe una fórmula mágica para lograrlo. Por este motivo, en algunas ocasiones catalizadas por el cansancio, el estrés y la desazón se dicen o se hacen cosas cuando hay que retarlo que pueden dañar el autoestima del niño o debilitar la relación entre los padres con sus hijos.
Somos humanos y es normal equivocarse. Lo importante es saber pedir perdón, algo que a muchos padres les cuesta.

Además, si lo hacemos, les estamos dando un gran ejemplo, explicó María Rueda, psicóloga experta en psicoterapia con niños y adolescentes. No se trata de retractarnos, ni tampoco debemos compensarles con cariño y palabras bonitas. Lo que han hecho está mal y debemos explicárselo para que aprendan a tomar mejores decisiones la próxima vez. Además, deben saber que sus actos tienen consecuencias, agrego.

El consejo de los expertos es hacerles saber que hay otra manera mejor de hacer las cosas, pero desde un punto de vista constructivo y empático. A continuación, las diez frases que los especialistas aconsejan eliminar del intercambio entre adultos y niños, con el fin de no boicotear este vínculo y proveer una mejor y más sana educación.

1. Aprendé de tu hermano...
Las comparaciones no sólo son odiosas para los adultos, sino también para los menores. Es muy fácil caer en ellas para los padres que tienen varios hijos, pero los expertos alertan que hay que tener cuidado porque generan rivalidades en la familia y son muy perjudiciales a la larga, según afirmó Rueda.

A través de esta frase, el niño percibe a su hermano como un modelo que nunca podrá alcanzar y esto afecta a su autoestima, al considerar que a sus padres les gustaría que él fuera de otra manera.

2. Me vas a volver loco/a...
Puede que esta afirmación sea cierta en muchas ocasiones y que se dé en un contexto donde el padre se ve a sí mismo al límite de la cordura, pero el error es hacerlo partícipe de esto al hijo. Utilizar la culpabilidad para motivar no es el mejor método para cambiar su comportamiento. Además, puede generar un impacto negativo en nuestra relación con ellos, explicó Rueda. Les estamos transmitiendo la idea de que nuestros problemas son culpa suya, y esto les puede generar una gran ansiedad, indicó por otro lado Inma Marín, consultora pedagógica y presidenta en España de la Asociación Internacional por el Derecho del Niño a Jugar.

Para retar a un niño siempre es mejor explicarle que castigarlo o amenazarlo.

3. ¿No te da vergüenza portarte así?
Al igual que la anterior expresión promovía la culpa, esta fomenta la vergüenza. Algunos padres tratan de imponer disciplina de esta manera, principalmente delante de otras personas. Pero es mejor evitar las críticas que no sean constructivas o sólo conseguirá humillarlo y minar su autoestima.

4. Si no haces esto, te voy a castigar...
Amenazar es utilizar el miedo de alguien para lograr algo y, cuando un padre se lo hace a un hijo, esto puede llegar a erosionar la confianza que los niños tienen depositada en sus progenitores. Con nuestro ejemplo, les estamos enseñando que para conseguir lo que quieren es legítimo hacerlo a través de la intimidación, dijo Rueda.

El problema de abusar de esta frase u otras similares es que, en la mayoría de los casos, es una expresión vacía. Por ejemplo, si te portás mal no te van a traer nada los Reyes Magos. Sabemos que esto no va a pasar nunca ya que no pretendemos dejar a nuestro hijo sin regalos. De esta forma sólo conseguimos que nuestro hijo aprenda que sus acciones no tienen consecuencias y perdemos credibilidad. Por lo que si se quiere imponer un castigo, éste debe ser coherente y debemos estar dispuestos a llevarlo a cabo en un breve periodo de tiempo, explicó la psicóloga.
Otras veces se utiliza este estilo comunicativo para hacerle a los niños un chantaje emocional: Si te portas bien, te compro una golosina. De esta manera se corre el riesgo de que el menor no aprenda por qué tiene que hacer lo que se le ha pedido, sino que lo hace para obtener un fin determinado.

5. Me tenés harto/a...
Cuando un padre utiliza esta expresión, en un momento de estrés, lo más probable es que no tenga la intención de herir los sentimientos de su hijo, pero hay que ser conscientes de que este comentario, fruto de la exageración, puede provocar que un hijo crea que eso es real y permanente. El amor de un padre hacia un hijo es incondicional, y eso es algo que debemos hacerles saber en todo momento, afirmó Marín.

Cada padre y madre deben aprender a explicar porqué lo que su hijo hizo está mal y cuáles son las consecuencias.

6. Sos un/a chico/a malo...
Es un error decirle a un niño que es malo porque este pensará: Bueno, soy así y no puedo hacer nada por cambiarlo, explicó Rueda. Los expertos aconsejan ser concretos a la hora de explicarles qué es lo que han hecho mal y censurar sus acciones. Diciéndoles que son malos les transmitimos la idea de que son defectuosos. Por eso, es más aconsejable centrar la atención en lo que pueden cambiar en el futuro para conseguir un resultado más positivo. Es más constructivo usar otras expresiones como: No me gusta cuando hacés esto para explicarles por qué su comportamiento no es aceptable y ofrecerles alternativas.

7. Porque lo digo yo… y punto...
Los padres tienden a pensar que por ser más grandes y experimentados siempre son los dueños de la verdad absoluta cuando su interlocutor es un niño. Por eso cuando llega un punto de la discusión en el que ya están cansados de argumentar, recurren a esta frase para terminarla. Pero el imperativo por el imperativo no hace otra cosa que erosionar la relación padre-hijo si no se les ofrece ninguna explicación de por qué deben hacer lo que se les ha pedido.

8. No llores, que no es para tanto...
Muchas veces tendemos a infravalorar los sentimientos de nuestros hijos. Puede que se hayan peleado con un amigo en el colegio y aunque esto para nosotros carezca de importancia, para ellos la tiene y no debemos quitársela, explicó Marín.

También es habitual usarla con la intención de distraerlos de eso que les duele para que se sientan mejor, pero esa no es la manera adecuada de ayudarlos. Es mejor apoyarlos y consolarlos para que sepan que cuando les pase algo malo nosotros los entenderemos y estaremos ahí, continuó.
Los padres no deberían dejar que los niños sean partícipes de su cansancio o estrés.

9. Deja que lo hago yo...
El mensaje que se lanza cuando se utiliza esta expresión es claro: No vas a ser capaz de hacerlo. Y si el padre lo cree, el niño también lo hará, así que éste llega a la siguiente conclusión: ¿Para qué me voy a esforzar la próxima vez?
Además, de esta forma el padre le impide que aprenda por sí mismo, convirtiéndolo en una persona dependiente e insegura.
Otras frases similares a ésta son no sabes hacer nada bien o no sé cuándo vas a aprender, afirmaciones poco constructivas que no valoran el esfuerzo, sino el resultado que se obtiene, aseguró Marín.

10. Así no vas a llegar a nada en la vida...
Los estudios y las malas notas son una de las principales fuentes de discusión cuando se trata de hijos adolescentes. La intención de los padres es que sus hijos se den cuenta de que no les espera un futuro prometedor si no hacen lo que se espera de ellos y que llegará un momento en el que se arrepentirán de haber tomado decisiones equivocadas, pero lejos de provocar una reacción positiva en ellos, estas frases dañan la relación paterno-filial y provoca en los jóvenes frustración y desinterés.

Dios te dice:
Educa a tu hijo desde niño, y aun cuando llegue a viejo, seguirá tus enseñanzas. Proverbios 22:6